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Fallece Sam Shepard dramaturgo y actor

Sam Shepard, escritor, actor, dramaturgo y cineasta estadounidense, ha muerto a los 73 años, enfermo de ELA. Igual que Jeanne Moreau, fallecida esta misma mañana, su nombre queda como un eslabón ya perdido con lo mejor de la cultura del siglo XX: la independencia, el inconformismo…

Shepard era, para empezar, un hombre guapo, un galán a la antigua metido en una vida de la nueva era. Tocó la batería, vivió salvajemente, compadreó con Bob Dylan y escribió relatos de corte minimalista y aire grave porque ésa fue su primera vocación. Raymond Carver y la recientemente recuperada Lucia Berlin pueden ser dos referencias para aquellos que aún tienen que descubrir libros como Crónicas de motel. Soledades americanas, tiendas de licores, amantes esquivas, indios insondables… Puede que aquellos cuentos fueran un poco más delicados, más liricos que los de Carver, aunque habría que volver a leerlos para estar seguros.

También puede que sea el recuerdo de otra de las grandes obras de Shepard lo que que nos haga pensar en el lirismo. Shepard escribió el guión de París Texas, de Wim Wenders, Palma de Oro de Cannes aquel año. Aquel trabajo sobre la desmemoria y el reencuentro fue la culminación para Shepard de los años 70, el momento en el que su personalidad mejor cuadró con el espíritu de su tiempo.

Después, Shepard dirigió su bonita cara hacia la interpretación. Sus mejores trabajos, eso sí, fueron los primeros: Días del cielo, fue el debut inenarrable de Terrence Malick; y Elegidos para la gloria, se basó en Lo que hay que tener de Tom Wolfe. Después, hubo películas de éxito y cierto prestigio como Magnolias de acero y Black Hawk derribado. E, incluso, un par de incursiones en la dirección. En Lengua silenciosa (1994), eligió al malogrado River Phoenix. Algún hilo inefable une sus nombres.

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